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"La vida es tan simple…", reflexionó Martín Jaite en el medio de la discoteca que se eligió para un festejo mesurado, pero lleno de alegría. El Equipo Argentino de Copa Davis había superado un escollo tremendo en Alemania, superando 4-1 en la helada ciudad de Bamberg al equipo local en la superficie que habían elegido para complicarle la vida. La serie se inició el viernes 10, se ganó el sábado 11, se siguió celebrando el domingo 12, pero no sería equivocado afirmar que empezó a ganarse el martes 7, cuando se la planificó. Ya estaba decidido que David Nalbandian sólo jugaría dos puntos y después de analizar a los rivales se decidió que saliera desde el arranque. La inesperada desafectación del segundo singlista alemán, Philipp Kohlschreiber, facilitó ampliamente el panorama. El 2- 0 del viernes, tras las victorias de Juan Mónaco y del cordobés, generó una enorme satisfacción, pero a la vez produjo un intenso desafío. ¿Había que jugarse un pleno al dobles, donde los alemanes eran muy fuertes, o era preferible guardar la carta de triunfo para un hipotético quinto punto? Hubo mucho análisis en el seno del equipo nacional y se optó por la primera opción, aunque el capitán Jaite reconoció luego que fue muy arriesgado, y no estaba ciento por ciento convencido... pero eligieron arriesgar. La apuesta dio resultados. Apelar a las redes sociales cuando Nalbandian y Eduardo Schwank estaban dos sets abajo era entrar en terreno minado, plagado de críticas. Pero la pareja argentina se hizo fuerte en el momento más complicado de la serie. Desde las tribunas se escuchaba el aliento mutuo entre ambos. Las palabras de Jaite en el banco transmitían tranquilidad, confianza y sencillez. Fue con esas armas que se logró el triunfo tan ansiado. En un alto nivel ya desde el Abierto de Australia, Nalbandian jugó con ese plus que suele sacar de adentro para la Davis. Mónaco aportó lo suyo ganando con pasmosa confianza el primer punto, y el flaco Juan Chela también cumplió cuando la serie ya estaba decidida. El abrazo del grupo en la cancha se pareció mucho al de los estudiantes que celebran su graduación en las pistas de las discotecas de Bariloche. Ese espíritu de estudiantina que capturó al equipo había sido el sueño de Jaite desde el día en que asumió. En Alemania no hubo histerias, lo individual se replegó ante lo colectivo, cada momento compartido fue un cambio de filosofía. No hubo play-station en las habitaciones, sino mucho truco en el lobby del hotel. El equipo se abrió a la gente que llegó hasta Bamberg para alentar. Se prestaron a cada requerimiento, autógrafo y fotos. Y los hinchas se llevaron todos los souvenirs disponibles para cerrar la fiesta.